|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hace una semana, antes de darse a conocer la nueva variante Ómicron, viajé a dar unas conferencias a Ecuador, teniendo la oportunidad de observar los cuidados contra la pandemia que tiene otra nación para quienes desean llegar en avión.

Para abordar se nos pedía estar vacunados con dosis completada 15 días previos, así como una prueba de antígeno negativa. Pero, si tu segunda dosis había sido aplicada en menos tiempo, entonces tenías que presentar una prueba de PCR negativa realizada 72 hrs previas al vuelo. Durante éste, un poco antes de aterrizar, nos entregaron una carta de Salubridad Ecuatoriana, en donde se nos hacía aceptar que a la llegada se nos realizarían pruebas rápidas al azar y que si salía positivo, nos quedaríamos durante 15 días en un hotel elegido por el Gobierno y que todos los gastos correrían por nuestra cuenta. Era obvio lo que podría ocurrir si no aceptabas.

A la llegada bajamos uno por uno del avión mientras se nos revisaba la temperatura y colocaba gel antibacterial. Al descender pasamos directo a migración, un poco tardado ciertamente, pero protegidos.

De regreso las cosas fueron “ligeramente” distintas, preguntamos ¿qué es necesario para volver a México?, recibiendo como respuesta “únicamente el pasaporte”. Parecería broma, pero solamente obtuvimos gel antibacterial y toma de temperatura al entrar al aeropuerto y de ahí, la siguiente vez, fue cuando nos dieron un sobrecito con gel para que comiéramos unos cacahuatitos dentro del avión que, por cierto, iba repleto. ¿De qué sirve la sana distancia previa a abordar si estás codo a codo con un desconocido al cual no se le pidió prueba de Covid y que además se quita el cubrebocas para comer unos cacahuates? Por si fuera poco, al llegar apenas se detiene el avión todos se levantan de golpe, como si pudieran abrir la puerta y salir corriendo.

Llegamos a un aeropuerto, el de la Ciudad de México, lleno, repleto; pasamos por migración que parecía área de sardinas, sin sana distancia, sin pruebas Covid, sin lavado de manos, incluso sin cubrebocas óptimos. Fue asombroso. Había tanta gente que esperamos una hora con cincuenta minutos para que nuestra maleta pasara por la banda. Al recibirlos, corrimos a nuestro avión que nos llevaría a Mérida y justo ahí nos pidieron el único filtro que hubo en todo el territorio mexicano, llenar un documento donde dijéramos que no tenemos síntomas de Covid, un documento que, si alguien quiere mentir con tal de volar, sin problema lo hace. Lo más “magnífico” fue que solamente me pidieron ver que llene el documento, ni siquiera lo leyeron y fue nuevamente en el avión, que recibí otro sobrecito de gel antes de comer unas galletas que nos ofrecieron. Aclaro que llevé gel y protección todo el tiempo, pero si no me cuidaba, nadie se motivaría en hacerlo.

Es así como México permite la entrada de más Sars-Cov-2, de que no toma con cautela la aparición de nuevas variantes. Si tienes que viajar, recuerda todo aquello que acabo de narrar, vale la pena llevar contigo careta, gel antibacterial y cubrebocas kn95, si no es necesario viajar, con la llegada de la nueva variante, no lo hagas.

Lo más leído

skeleton





skeleton