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Es demasiado lo que se puede hablar de la paz: experiencias, personajes y/o libros. Incluso se puede acceder a cierta literatura especializada en la rama. Muchas veces esa paz anhelada está ahí, escondida entre las páginas esperando saltar a nuestra vida, para causar un cambio en nosotros. Lo curioso es cuando nos preguntamos ¿qué libros nos dan este deleite pacífico? La respuesta la elegimos cada uno de nosotros, los lectores.

Es posible que a alguien con agobio, absorbido por una cotidianidad aplastante, leer a Kafka le pueda dar un guiño de comprensión, no encontrando una conclusión feliz utópica, sino algo palpable a lo que se vive al momento; adolescentes que, en este traslado de la niñez a la juventud, aún sueñan con magia y se ven reflejados en un Harry Potter que crece de la mano con ellos entre capas invisibles y dragones; jóvenes que se imaginan escritores mientras comparten sus escritos genuinos en las plataformas digitales significando un espejo para quienes los leen con avidez. Así también a mujeres y hombres que encuentran en autores, géneros literarios, títulos específicos o nuevas manifestaciones literarias (físicas y electrónicas) un resquicio de paz personalizada.

En días pasados se presentó el libro de actividades “Lazos fuertes hacia la paz. Niñas y niños aprendiendo sobre sus Derechos Humanos”, un trabajo colaborativo entre el Cepredy y la Sedeculta para intervenir en primarias públicas de Yucatán, donde tuve la oportunidad de aportar un pequeño cuento sobre la discapacidad en las infancias. Y es que este espacio me ha recordado cómo se busca ese puente de la paz en un escenario real. Tanta teorización, feria de conceptos o discursos sólo son un punto de partida cuando se trata de aplicarlo en lo que vivimos en el día a día. Por eso pensar en paz y literatura también cohesiona todos aquellos elementos que necesitamos nosotros mismos para estar en ese binomio. Sí es posible. Leamos lo que queramos y lo que necesitamos.

A veces la frase de que el libro es quien nos encuentra se minimiza, pero sea el medio que sea, es una realidad tangible el gran refugio que ha sido la lectura para las personas en diferentes momentos. No tiene que ser trágico ni privilegiado: hay un infinito de puntos medios. En parte es por ello por lo que las recomendaciones literarias de amigos, conocidos u otros escritores suelen ser una ventana interesante para subirse al barco de las experiencias del otro, algunas veces quizá no compartamos el itinerario, pero en otras ocasiones es posible que hallemos un sentido que nos hacía tanta falta.

Finalmente, la literatura y los libros no se romantizan: existen y nos rodean, encontrar aquellas letras que nos reflejen ese espacio seguro siempre será algo que se agradece y que genera una resonancia que perdura en nuestra propia construcción. Y, por supuesto, también pueden llevar consigo mensajes que extiendan las ideas en torno a entes imprescindibles. La paz, por ejemplo.

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