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No puedo morirme, me dijo un paciente. Si me muero mi familia se va a separar, pues empezarán a querer quedarse con mis bienes, todos quieren un poco de mi herencia, la esperan, yo sé que no desean que me muera, pero lo que podría dejarles les hará sentir mucha paz.

-Ellos quieren sentir paz, ¿y usted? Le pregunté. -Me encantaría, pero no puedo ni siquiera morir en paz pensando en qué le dejaré a cada quien y qué tan conformes estarán cada uno con lo que le ha tocado. -¿Es necesario dejarles herencia? -Pues no doctor, pero ¿si no les doy entonces qué hago con lo que tengo? -Usted dígame… ¿qué puede hacer con lo que tiene? -Gastármelo, respondió. -¿Eso le traería paz? -¡Muchísima! Aunque me retiene el pensar que no le dejaré nada a mis hijos y nietos.

-¿Ha pensado en dejarles algo más grande y duradero que solamente dinero y terrenos? -Por supuesto, les he dejado sus estudios, mi ejemplo de vida y, bueno, podría dejarle a cada uno un consejo, eso vale más que un terreno. Esta es la historia de un paciente anónimo de 83 años, un cuento que se repite y repite en personas que andan por esa edad que, en lugar de disfrutar sus últimos años de vida, temen por la falta que puedan hacerle a sus familiares o los problemas que podrían dejarles a causa de una herencia. La decisión de este paciente fue mirar por la trascendencia personal, no por la económica que al final puede ser malgastada.

Estoy más que de acuerdo que vale más un consejo que un terreno. Los terrenos se compran, se venden, se pagan con los años; pero los consejos se ganan con experiencia a consecuencia de caídas y levantadas que solamente se viven una vez. Nuestros bienes materiales son para gastarse, la herencia se puede repartir en vida y no es monetaria.

Lo que tenemos es nuestro, es para nosotros. No saben cuántas veces he visto adultos mayores sufriendo la falta de comodidades con tal de mantener el terrenito o el dinerito para poder dejárselo al hijo. Por favor, hijos, no permitan que sus padres hagan eso. Si tiene una casa en la playa, pero le cuesta subir las escaleras de la que habitan, permítanle que venda el domicilio y se pague un elevador si eso le genera un confort. O bueno, sin irse al extremo, hijos, nietos, no esperen nada a cambio, externen eso al abuelo o a la abuela y renuncien a un deseo que solamente traerá peleas, discusiones y le robará la paz a nuestro viejito que por mucho deseamos que se vaya feliz.

La herencia es el consejo, es la dirección y el ejemplo. Es el haber pagado una carrera, el enseñar un oficio, el recuerdo grato, el abrazo y la palabra te amo. Son los últimos días de vida, los últimos meses o quizá los años y te mereces la mejor calidad de vida. Mucho has trabajado, caminado, pensado. Ya de mucho te has preocupado, por bastante ya has llorado, desilusionado y desesperado. Que tus últimos días no sean así, sino que se vuelvan el cierre con broche de oro, uno que solamente depende de ti si te dejas de preocupar por el mañana que ni sabes si llegará.

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