El gato inmortalizado en los libros

Columna de Patricia Carrillo: El gato inmortalizado en los libros

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En realidad, no es “el gato”, sino “este” gato: Mimo, un longevo felino que conocí en mi época universitaria, dueño de la familia Fernández Huchim, y que desde hacía algunos años nos daba el honor de embellecer (aún más) al Centro Cultural Lorca.

Desde el pasado lunes, Mimo ya no está. El golpe de leer estas líneas puede ser abrupto, quizá insensible, pero asimilar la verdad no está peleado con el aplomo de la reflexión, pues este imponente y frondoso gato ya tenía un padecimiento clínico que lo haría sufrir demasiado si el egoísmo humano lo hubiera forzado a existir en el plano terrenal.

La decisión no fue sencilla, a todos los usuarios y colaboradores de Lorca nos impactó; pero en lo personal, es una opción por la cual yo también me hubiera inclinado. Pérdidas y gatos, Mimo ya no está. Igual de tajante comienza “El gato que amaba los libros” (Grijalbo, 2022) de Sosuke Natsukawa: “Para empezar, el abuelo ya no estaba.

Es una manera brusca de iniciar una historia, pero esa era la cruda realidad. Un hecho tan indefectible como que el Sol sale por la mañana…”. Traducido al español por Marta Morros Serret, emprender la lectura de esta manera es una sacudida que contrarresta el título referente al amor y a su portada que te inspira una historia feliz.

Englobando todo esto, podemos decir no es una historia triste, pero que, así como la propia vida, está plagada de altibajos, de realidad. En esta novela se narra la historia de Rintaro Natsuki, un joven huérfano que se va a vivir con su abuelo, quien posee una librería de viejo; hasta que, como se nos revela en la primera línea, el abuelo ya no está.

Una tía le ofrece irse a vivir con ella, pero él decide quedarse en un recorrido narrativo en el que se encontrará con tres personajes que impactarán significativamente su vida: Akiba, de su instituto; Sayo, de su clase; y el visitante que se plasmó en la portada: Tora, un jaspeado gato parlante que pedirá su ayuda en cuatro misiones –laberintos– para salvar los libros de lo que ahora es el legado de su abuelo.

Avanzando esta senda, quienes leemos nos volvemos cómplices de una serie de referencias explícitas (al principio se menciona como “Cándido” está a medio leer), otras menciones intertextuales sutiles y un reiterado sentido del humor aunado al autodescubrimiento de Rintaro como alguien que puede dejar de ser asocial al tomar el control de su propia existencia.

Algunos guiños son más nítidos que otros, pero la metáfora laberíntica en el que los personajes sortean sus misiones nos abre la puerta a concatenar nuestros propios pensamientos ante las encrucijadas que vivimos diariamente.

Este título de Sosuke Natsukawa se percibe como un reconocimiento a las librerías pequeñas que resisten por bibliofilia y convicción, a todos quienes apreciamos tener un libro en las manos y a todos los gatos que definitivamente aman los libros, como Mimo, que desde este ocho de enero ha quedado inmortalizado en ellos.

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